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Diputació de València contribuye a paliar la destrucción de la capa de ozono a través de sus medidas ambientales

El deterioro de la capa de ozono provoca un calentamiento de las capas bajas de la atmósfera y contribuye al aumento de la temperatura que produce el cambio climático. En el Día internacional para la Preservación de la Capa de Ozono, el área de Medio Ambiente de la Diputació de València ha reiterado su compromiso con la reducción de las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera para hacer frente a la destrucción de la capa de ozono y combatir el cambio climático.

La liberación de CO2 así como de óxidos de nitrógeno procedentes del tráfico son parte de las causas de este fenómeno. A través de los distintos planes de protección ambiental y el decisivo impulso del Pacto de las Alcaldías, del cual es coordinador territorial, la institución provincial apoya a los municipios para reducir sus emisiones de CO2 y contribuir desde el ámbito local a paliar este fenómeno global.

La prevención de los incendios, grandes liberadores de CO2, la protección de los espacios naturales, así como la promoción y ayuda a la movilidad sostenible, son algunas de las herramientas que contribuyen desde el ámbito local a combatir un problema global sobre el que el ente provincial también actúa.

La protección capa de ozono es crucial

La capa de ozono constituye una lámina de gas que se localiza entre los 15 y 50 kilómetros de altura y que contiene el 90% del ozono atmosférico. La molècula de este gas se compone de tres átomos de oxígeno y actúa en la atmósfera como un agente depurador y también como un filtro para los rayos ultravioletas procedentes del sol. Este papel protector hace que la capa de ozono sea imprescindible para la vida en la Tierra y, por lo tanto, su importancia es crucial para la supervivencia de los seres vivos.

La utilización de numerosos productos químicos durante décadas ha generado una reducción muy significativa de esta capa —el llamado “agujero”— como consecuencia de la descomposición del ozono en otras moléculas. Los clorofluorocarbonos (CFC), entre otros productos químicos, son sustancias utilizadas en los aerosoles durante mucho tiempo que provocan la rotura de las moléculas de ozono, puesto que al entrar en contacto con la radiación ultravioleta liberan cloro y bromo que ocasionan la descomposición del ozono.

En 1987, el Protocolo de Montreal unió a 46 países en la lucha por la reducción internacional del uso de compuestos nocivos para la concentración de ozono y, en 1990, los CFC quedaron prohibidos. Sin embargo, el alta persistencia de estos y otros compuestos en la atmósfera ha hecho que el agujero de la capa de ozono consiguiera su tamaño máximo en el 2000, cuando llegó a medir 25 millones de kilómetros cuadrados.

La prohibición creciente del uso de sustancias nocivas para el ozono contribuye a proteger y recuperar la capa de este gas, también para las generaciones futuras. Aun así, en la actualidad todavía hay sectores como el de la refrigeración, la fumigación o la fabricación de algunas espumas que continúan produciendo daños a la capa de ozono.