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Nutriscore, el semáforo antinatural

*Cristóbal Aguado Laza. Presidente de AVA-ASAJA.

Mucho se está hablando del sistema de etiquetado nutricional europeo Nutriscore que muestra una especie de semáforo, que va del verde al rojo y de la letra A a la E, para poner nota a la presencia de componentes poco recomendables para la salud en los alimentos puestos a la venta. La polémica ha estallado en nuestro país al considerar este algoritmo matemático que el aceite de oliva virgen o el zumo de naranja están por debajo de los refrescos o cereales procesados.

Es indudable que los productos agrarios europeos están cultivados bajo las exigencias más garantistas del mundo en materia de seguridad alimentaria, trazabilidad y sostenibilidad medioambiental. En el caso de nuestros cultivos, además, forman parte de una dieta mediterránea que la comunidad científica acredita como la más sana y equilibrada. Por eso no se entiende este ataque que desde la clase política se pretende lanzar a los productos naturales a costa de beneficiar la imagen de los productos manufacturados.

En la era de lo natural y lo sostenible, no parece razonable implantar un semáforo antinatural que antepone determinadas fórmulas matemáticas a la calidad real y a la frecuencia recomendada de consumo de los alimentos. Nutriscore puede tener sentido en procesados con varios ingredientes donde el valor nutricional depende del método de fabricación. Pero incluir a los productos agrarios monoingredientes y, en algunos casos, asignarles una peor calificación que a otros productos industriales, no solo resulta incoherente con las políticas alimentarias de la Unión Europea, sino que puede provocar un daño irreparable al prestigio y a la demanda de nuestras producciones.

Estamos ante otro ejemplo del galimatías normativo al que nos quieren conducir las autoridades comunitarias. El etiquetado que siempre hemos pedido es el que permita aclarar la procedencia de los alimentos como la miel o el arroz, distinguiendo lo producido en Europa del resto del mundo donde no se cumplen los mismos estándares de calidad. Todas las demás etiquetas y contraetiquetas solo contribuyen a generar confusión. Es hora de simplificar y de enseñar desde las escuelas un consumo responsable que dé prioridad a nuestros productos agrarios de proximidad.

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